LA LUNA DE MIEL INTERMINABLE
El amor no es una relación. El amor relaciona.
El amor relaciona, pero no es una relación. Una relación es algo acabado.
Una relación es un sustantivo; ha llegado el punto y final, se ha acabado la luna de miel.
Ya no hay alegría, no hay entusiasmo, ya ha acabado todo.
Puedes mantenerla, sólo para mantener tus falsas promesas.
Puedes mantenerla, porque es cómoda, conveniente, acogedora.
Puedes mantenerla porque no tienes nada más que hacer.
Puedes mantenerla porque si la rompes, te va a causar muchos problemas…
Una relación significa algo completo, acabado, cerrado.
El amor no es nunca una relación; el amor es relacionarse.
Es siempre un río cambiante, fluyendo sin fin.
El amor trasciende al deseo febril del enamoramiento.
El amor desconoce el punto y aparte; la luna de miel comienza, pero nunca termina.
Pero te han engañado… Te has engañado.
No es como una línea que comienza en un punto y termina en otro.
Es un círculo completo, sin principio ni fin.
Es un fenómeno que está ocurriendo constantemente.
Los enamorados se terminan, el amor continúa, es un continuum.
Es un verbo, no un sustantivo.
Pero ¿por qué circunscribimos la belleza del relacionarse a la relación?
¿Por qué tenemos tanta prisa? ¿Por qué tenemos tanta impaciencia?
Porque relacionarse es algo inseguro, y la relación es una seguridad.
La relación supone una certeza, un compromiso legal. Relacionarse supone un reto, un riesgo.
Relacionarse consiste en el encuentro de dos extraños, quizás sea sólo una aventura de una noche y por la mañana despiertan. ¿Quién sabe lo que sucederá mañana?
No importa lo que suceda mañana, no existe, es una ilusión.
No hay garantía. No lo garantizará la ley, ni el juzgado, ni la policía, ni el sacerdote.
La garantía será interior, no exterior.
Supondrá un compromiso desde el corazón; será una comunión silenciosa.
Pero tenemos tanto miedo que queremos asegurarlo, queremos que sea predecible, queremos tener el control.
Nos gustaría que el mañana fuera acorde con nuestras ideas, con nuestros planes, con nuestras creencias; no le dejamos libertad para que pueda decidirse por sí mismo.
No contemplamos que el otro también tiene planes y expectativas.
Por tanto, inmediatamente reducimos cada verbo a un sustantivo.
Y convertimos el amor en una prisión; y al amado en su prisionero.
Pero el amor no aprisiona, el amor libera.
¡Olvídate de las relaciones y aprende a relacionarte!
¡Olvídate de tus creencias y atrévete a arriesgarte!
¡Olvídate del futuro y vive el presente!
Una vez que estableces una relación, das por sentado que el otro va a estar ahí, es tu deseo egoísta, tu ignorancia.
Y eso es lo que destruye todas las relaciones.
Entiende que el otro no depende de ti y tú no puedes depender del otro.
Entiende que el otro no está aquí para cumplir tus deseos y expectativas; y que tú no estás para cumplir las suyas.
¡Nadie conoce a nadie!
Es imposible conocer a la otra persona; ésta sigue siendo un misterio y siempre lo será.
La mujer piensa que conoce al hombre; el hombre piensa que conoce a la mujer.
Dar por sentado que la otra persona va a estar ahí es un insulto, una falta de respeto.
Pensar si quiera que conoces a tu pareja es algo realmente desagradecido.
¿Cómo puedes conocer a la mujer? ¿Cómo puedes conocer al hombre?
No puedes, son procesos, no son cosas. Son cambio, constante y eterno cambio, no son objetos.
La mujer o el hombre que conociste ayer ya no está hoy.
Ha fluido mucha agua por el Ganges; es totalmente diferente; ha cambiado.
Relaciónate de nuevo, comienza de nuevo, no lo des por sentado.
Así, el amor renacerá en cada momento, como las rosas florecen en el rosal.
Por la mañana, vuelve a contemplar la cara de la persona con la que dormiste la noche anterior.
Ya no es la misma persona; ha cambiado mucho, muchísimo.
He aquí la diferencia entre una cosa y una persona.
Los muebles de la habitación siguen siendo los mismos, pero ese hombre y esa mujer ya no lo son.
Vuelve a explorar, vuelve a empezar.
Relacionarse significa que siempre estén empezando, que siempre estén intentando conocerse.
Estén tratando de conocer las diferentes facetas de la otra persona, aceptándolas.
Estén intentando ahondar cada vez más en el reino de sus profundos sentimientos, en los profundos recovecos de su ser.
Estén intentando revelar un misterio que no se puede revelar.
He aquí la alegría del amor: la exploración de la conciencia.
Y entonces el otro se convierte en un espejo para ti.
Al explorarlo, sin darte cuenta, te estarás explorando también a ti mismo.
Al profundizar en el otro, al descubrir sus sentimientos, sus pensamientos, sus más profundas emociones, estarás descubriendo también tus más profundas emociones.
Los enamorados se convierten en espejos el uno para el otro, y el amor se convierte en meditación.
Pero no te aferres a lo que descubras, recuerda: a la mañana siguiente habrá cambiado.
La rosa del ayer morirá y del rosal nacerá una nueva flor. Y tendrás que comenzar de nuevo.
¡Qué alegría! ¡Qué grandiosa oportunidad!
La relación es algo feo; relacionarse es bello.
El deseo es algo feo; el amor es lo más bello.
En una relación, ambas personas se vuelven ciegos hacia el otro.
Simplemente piensa: ¿cuánto tiempo ha pasado desde que miraste a tu mujer a los ojos?,
¿cuánto tiempo ha pasado desde que miraste a tu marido? Quizás años.
Has dado por hecho que conoces a la otra persona, ¿qué más hace falta mirar?
Crees que conoces toda la topografía de su cuerpo, crees saber cómo reaccionará.
Crees saber que lo que ha ocurrido volverá a ocurrir una y otra vez.
Es un círculo vicioso.
No es así; en realidad no es así. Nada se repite; todo es nuevo cada día.
Sólo tus ojos envejecen, tus suposiciones envejecen, tus creencias envejecen.
Tu espejo tiene ya tanto polvo que eres incapaz de reflejar al otro.
Por eso hay que permanecer continuamente en luna de miel.
Continuamente buscando y escudriñando al otro.
Abierto a descubrir nuevas formas de amarse el uno al otro.
Abierto a descubrir nuevas formas de estar con la otra persona.
Cada individuo es un misterio tan infinito, inagotable e insondable que nunca podrás decir:
«Ya lo conozco» o «Ya la conozco».
Como menos podrás decir: «Ya me conozco».
A lo mucho podrás decir: «He hecho todo lo posible, pero el misterio sigue siendo un misterio».
De hecho cuanto más lo conoces, más misterioso se vuelve el otro.
De esta manera, el amor se convierte una aventura constante.
¡Qué maravilla! ¡Qué fortuna!
LA LUNA DE MIEL INTERMINABLE (Págs. 71-74)
Amor, Libertad, Soledad. Una nueva visión de las relaciones (2009). OSHO